En 1969
Luis Buñuel rueda en Toledo la adaptación de una novela de Benito Pérez
Galdós. Esta novela es “Tristana” una
historia ambientada en el final del
siglo XIX, pero que el genial director aragonés traslada a las primeras décadas
del siglo XX. La Ciudad Imperial
era un referente para los jóvenes universitarios de la Residencia de
Estudiantes, los miembros de la
Generación del 27. Buñuel y sus amigos Lorca, Dalí, venían a Toledo, porque les gustaba
el valor histórico de sus calles,
lo solemne de sus monumentos. Por lo tanto, con algunos cambios en la trama de
la novela, la película presenta la historia de Don Lope, hombre mayor que acoge
en su casa a Tristana, una joven a la
que trata como hija
y esposa. Pero el personaje principal es la ciudad de
Toledo. En el comienzo del film vemos la
panorámica de la ciudad, desde el Valle con el repiqueteo monótono y grave las
campanas de las iglesias.
De una
novela madrileña como la concibió Galdós, Buñuel hizo de Tristana una película Toledana, con un recorrido por edificios, calles, y
también hay una presentación de
una sociedad de aquel tiempo, con la
identidad de la ciudad: las diferencias sociales entre clases y el
fuerte poder en todos los ámbitos de la iglesia católica. Son muchos los
espacios que reconocemos en la película: el paseo de Recaredo, el parque de la Vega , el paseo del
Tránsito, la
Puerta de Alfonso VI, los cobertizos, San Pedro
Mártir, la Plaza
de las Capuchinas, y sobre todo la calle de Santo Tomé, donde estaba la casa de
Don Lope. El estilo de la película, como el cine de su autor, es mordaz,
sugerente. Es una película de ritmo
lento, donde aparecen referencias a los sueños, las pesadillas, algo propio de
su etapa surrealista. En definitiva, con Tristana tenemos un ejemplo más
de que Toledo es un escenario de cine.
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