El poeta Rainer María Rilke
es uno de los grandes poetas en lengua alemana. Nació en 1875 en Praga, pero
destaca por su nomadismo, es un gran viajero, conocedor de casi todos los países europeos: Rusia,
Francia, Italia y por supuesto España. En noviembre de 1912 se instala en
Toledo para vivir en la Ciudad Imperial
una serie de experiencias que marcarán
toda su obra poética. De Venecia llega a Toledo, y las dos ciudades son dos
referencias de dos países y dos culturas. Rilke se instala en el hotel
Castilla, que actualmente es un edificio de la administración pública y
enseguida comienza a caminar por las sinuosas calles, buscando la inspiración
necesaria para seguir escribiendo sus poemas. Se integra como un habitante más,
que se apasiona por el sonido de las campanas de la catedral o las puestas del
sol tras los cigarrales.
Para hablar de este escritor
y su relación con esta ciudad es una cita obligada aludir al ensayo “Rilke en Toledo” de Antonio
Pau Pedrón. Es un texto cuidadosamente editado por editorial Trotta con ilustraciones de Ignacio Zuloaga y sobre
todo de El Greco, pintor que impresionó totalmente a Rilke. El poeta quería recibir las sensaciones un Toledo mágico,
cercano a lo fantasmagórico, por eso paseaba continuamente por la ciudad. En uno de sus poemas recoge la imagen de una
estrella que cae del cielo, mientras él camina por el puente de San Martín. Este
hecho lo recordaría durante toda su vida.
En los últimos versos de un poema escrito en Munich en 1915 recuerda el
puente y la estrella.
“Oh estrella precipitada en el
abismo,
que una vez vi desde un puente:
no he de olvidarte nunca.
¡Siempre en pie!
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