jueves, 20 de junio de 2013

EL NIÑO REPUBLICANO


      Después de ocho años de su muerte, nos acordamos de  Eduardo Haro Tecglen,  porque sus críticas teatrales, sus columnas periodísticas y sobre todo su visión irónica de la vida daban un alimento mitad espiritual y social. Seguramente que dentro de décadas se le estudiará como si fuera Larra. Pero él huía de la solemnidad del erudito, aunque su cultura era inmensa en todos los terrenos: la literatura, la filosofía, la política. Ya se ha dicho que eran muchos los lectores de El País que empezaban la lectura del periódico por las últimas páginas. Allí estaba en la sección de televisión su columna Visto/Oído, donde hacía un análisis permanente de la sociedad española, de sus virtudes y defectos, siempre desde su postura de hombre de izquierdas, comprometido con su tiempo. Aunque en muchos de sus artículos era un hombre combativo y visceral, él era un hombre apacible y bueno al que le gustaba el debate y la confrontación de ideas.
    Se considera un escritor de periódicos y no de libros, lo decía en un libro de memorias que con seguridad se convertirá en un clásico del siglo XX  “El niño republicano”, publicado en 1996. Es un libro sobre la infancia y la importancia que tiene esta etapa de la vida en el hombre. No hace un estudio pormenorizado de la época, más bien recuerda hechos, como sus paseos  por Madrid, la importancia que iba adquiriendo el cine y sobre todo el teatro, que era su gran pasión. Pero, por supuesto, hay una mirada de nostalgia hacia la República, como un sistema político que marcó el progreso de España en los ámbitos sanitarios, educativos e ideológicos. En ese libro no hay teorías, ni conjeturas, los lectores encontrarán la realidad en los ojos del niño Eduardo Haro Tecglen.

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