En 2005 Isaac Rosa
publicó una excelente novela “El vano ayer”, que reflexiona sobre el
franquismo, etapa tan cercana, pero ya
lejana para una generación de personas que sólo conoce los hechos históricos
por las películas y por lecturas
diversas en los manuales de historia. Con una distancia inteligente y con una
documentación basada en los mejores historiadores como Tussel y Tuñon de Lara, este escritor elabora
una novela original, con muchos materiales narrativos.
Introduce textos periodísticos en francés
informando sobre las revueltas estudiantiles “Des conflits à l´université de Madrid avec plusieurs blessés”, pero
la parte más original, satírica es el capítulo donde hace un resumen de la
Guerra Civil en castellano antiguo “macarrónico” con gran sentido paródico. Así
empieza “Trata como el General, sabida la
deshonra de España, determina de salir a la batalla por vengar su injuria”.
La novela es un cúmulo de aciertos de
todo tipo, pero ante todo es una novela que presenta el dolor como tema
fundamental. Es decir, la impotencia de
muchas personas que lucharon por cambiar un sistema fascista y no pudieron
hacer nada, porque eran una especie marionetas manejadas por ese régimen. Así
pues, el profesor universitario Denis es el protagonista de una trama de la
policía para capturar a los estudiantes que eran subversivos. Hay una clara
reconstrucción de las fuerzas del orden público en la década de los sesenta,
con desaparición de alumnos de los que nunca se supo nada.
La tesis es clara y rotunda: “el régimen
franquista se sostuvo gracias a las fuerzas del orden público”. Sin embargo, no
creamos que sea una novela de rencores, resentimientos y odio. Nada de eso,
porque ya he dicho que prima la distancia sobre la pasión. Incluso en la página
89 hay una víctima que no es un estudiante, es un policía que yace herido, al
caer del caballo “la policía pega fuerte en todas partes, porque eso te lo enseñan en
las academias…” Esto nos hace pensar que los cuerpos de seguridad fueron
los primeros que sufrieron la falta de libertad, al tener que actuar sin
escrúpulos ante personas como ellas, casi siempre procedentes de las capas
sociales más humildes.
En fin,
al leer esta novela sacamos muchas conclusiones, tal vez, la más triste de
todas es que esos cuarenta años de dictadura militar fueron años perdidos, de
ilusiones desvanecidas, pero sobre todo pensamos que unos pocos controlaron la
vida de muchos, de casi todos los españoles de bien.
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