En estos momentos de crisis
económica es de admirar la función social de muchas personas que sin ánimo de
lucro ayudan a los más necesitados a
soportar mejor el día a día, sobre todo en los comedores de algunas comunidades
religiosas. También muchas organizaciones no gubernamentales colaboran con
voluntarios para estar al lado de los más débiles, una situación a la que todos
podemos llegar, dado el sistema económico por el que parece que tenemos muchas
cosas y en el fondo no tenemos nada. Pero desde el otro lado de la solidaridad
hay sectores (bancos, partidos políticos, jerarquía religiosa) que pregonan una
“falsa caridad”, mientras que con sus políticas insolidarias han propiciado precisamente la crisis
económica que sufrimos. Utilizan el concepto de la caridad como una ayuda
fraternal, sin embargo no hacen otra cosa que insistir en la idea de la
desigualdad social y no proponen nada para cambiarla.
Por
esta razón, la película “Plácido” de Berlanga, es un ejemplo de esa “falsa
caridad” de las clases pudientes, conservadoras, la hipocresía que siempre han
tenido sobre los derechos sociales de los más pobres. La sociedad ha cambiado mucho desde que se
estrenara a principios de los sesenta esta obra maestra de la filmografía
española, pero esta película que se iba a titular “siente un pobre a su mesa”
refleja con exactitud una España que en esencia no ha cambiado, es decir, los
desajustes sociales entre clases, la dificultad que hay para que unos servicios
públicos (educación, sanidad, vivienda) lleguen a todos los ciudadanos.
Berlanga con su humor negro hizo una obra maestra y plantea una pregunta cuya respuesta está en
el aire: ¿es mejor la caridad o la justicia social?