jueves, 18 de julio de 2013

El Viajero


Hay poemas que siempre recordaremos, porque fueron fundamentales en nuestra vida. Seguramente que el poema “El viajero” del libro de “Soledades” 1907 de Antonio Machado fue el primer texto literario que muchas personas leyeron en las aulas escolares. Allá por los últimos años del franquismo Antonio Machado fue recuperado por su gran calidad poética. Por fortuna, la lectura obligada de sus poemas no ha desaparecido de los planes de estudios actuales. También algunos lectores conocieron la poesía de Antonio Machado por la antología de su poesía publicada en BBS Biblioteca Básica Salvat. Era la colección de los cien títulos indispensables de la literatura y ha sido la mayor divulgación de la lectura en nuestro país.
    El poema “El viajero” es estremecedor desde la primera estrofa y contiene en su imagen poética los temas de la pérdida de la infancia y del paso del tiempo.
Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano”.
   En el colegio nos enseñaron que esta poesía pertenece al movimiento del Modernismo, pero de una manera muy suave, sin la retórica de Rubén Darío. También nos indicaron que la poesía está llena de símbolos que se repiten continuamente para reflejar el paso del tiempo, como es el tictac del reloj. Vuelvo a leer  ese poema después de muchos años y ahora entiendo  y comprendo mensajes que en la infancia y adolescencia no entendía.
“¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó –la pobre loba- muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme, que ha de cantar ante su puerta?”
    Es un poema universal porque recoge las preocupaciones universales del hombre. En primer lugar, el deseo y el impulso de la juventud, el carácter soñador necesario para vivir, y  en segundo lugar aquella persona que fue joven y ahora es madura quiere recuperar las sensaciones de esa infancia perdida, quiere recuperar el tiempo y comprueba que ya es otra persona, pero descubre que ya no hay comunicación, solo hay soledad y silencio,  como leemos en la última estrofa del poema, un final desolador.
“Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tictac del reloj. Todos callamos”.
 

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