No entiendo por qué nuestra
clase política, tan dada al lenguaje eufemístico no elimina de su vocabulario
el término de “fracaso escolar”. Sin duda, es una atribución directa, a veces
cruel, con un significado que contiene
la derrota y la decepción. Podrían jugar con un lenguaje más elegante, más
pulcro, porque si algunos llaman externalización a la privatización de
servicios públicos, reforma laboral al despido de trabajadores, también se debería
desechar la palabra fracaso escolar, por ser palabra tabú y buscar
eufemismos que estuvieran en consonancia con la labor educativa que la escuela
tiene, porque los colegios e institutos
no son máquinas expendedoras de boletines de calificaciones. Hablar de
educación siempre es complejo, sobre todo para los adultos que no tienen el
mínimo interés, para los padres desorientados que quieren que sus hijos destaquen sobre
los demás, como Avito Carrascal, el ridículo personaje de la novela de Unamuno
“Amor y pedagogía” que quiere hacer de su hijo todo un genio.
Por muchas
circunstancias a veces entre el fracaso y la excelencia solo hay un paso. En la entrevista que el periódico 20 minutos
hace a Luz Rello “Premio a la mejor investigadora joven de Europa” ella
reconoce que tenía algunos problemas
educativos “Lo pasé muy mal de pequeña,
sacaba malas notas, sobre todo en Lengua”.
Seguramente que Luz Rello ha sido un ejemplo de superación, el valor
supremo de la cultura del esfuerzo, pero también es cierto, que en su trayectoria educativa tuvo mucho apoyo de sus profesores con una
adecuada planificación. Por lo tanto, siempre hay que confiar en los
profesionales de la educación, mucho más que en aquellos políticos que solo
saben imponer leyes educativas sin consenso.
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