miércoles, 17 de diciembre de 2014

Taxistas y el embuste que nos hemos creído.

No sé si es fruto de la casualidad, pero cuando he tenido que tomar un taxi en una ciudad tan caótica como Madrid, muchos taxistas me han dicho que son nuevos, que son novatos en aquel oficio tan denostado y tan importante, como servicio público fundamental. Amablemente  me lo dicen, indicando que son expertos conductores, que han pasado muchas horas al volante de camiones, de furgonetas de reparto, que saben lo que es sortear la virulencia de un tráfico atroz, pero que han sido despedidos de sus trabajos o la empresa ha quebrado. Por lo tanto, no han tenido otra opción que seguir conduciendo, con la esperanza de conseguir clientes por las calles de la ciudad, en las estaciones de tren, en los hospitales o a la salida de las discotecas. Saben que cuando oyen esa maldita palabra del emprendimiento, ellos la entienden como la del camino que surcan todos los días desde que sale el sol hasta el ocaso, también bajo la luz de la luna.
Saben que el trabajo de taxista no es la panacea para salir de su situación, pero al menos no tienen que sufrir la odiosa situación de reciclarse, realizar cursos de formación, como si fueran adolescentes.

Más que un viaje en taxi, he estado en un confesionario, escuchando las  penas, las cavilaciones como muchos españoles, que entre llantos y quejas a veces llegan a sentirse culpables, como aquel que ha cometido un pecado, el de dejarse arrastrar  por el espejismo de unas políticas, basadas en el lucro, en el dinero fácil. Han sido tantos los golpes que ha sufrido la población española, que más que la protesta, más que la rebeldía,  los ciudadanos han optado por el silencio de la decepción. Nos han convencido de que vivíamos por  encima de nuestras posibilidades, y este embuste nos lo hemos creído.

domingo, 23 de noviembre de 2014

LA ÚLTIMA TUMBA,de ALEXIS RAVELO

Cada vez me irritan más las personas que reconocen que no les gusta leer y lo atribuyen al hecho de que la lectura es un ejercicio aburrido, plomizo, considerando que  toda aquella aversión nació a causa de  las lecturas obligatorias de obras como La Celestina o  la poesía de Góngora, durante su etapa escolar.  Como siempre ocurre, nunca se premia la ingente labor que hacen los profesores en  los colegios e institutos, en cambio se admiran las frivolidades, disfrazadas de vulgaridad,  de aquellos personajes famosos que nos rodean por todos los ámbitos de la comunicación.   Por eso, me gusta recomendar novelas que hacen de la intriga y del suspense sus señas de identidad.  A veces, cuando una obra literaria me encanta, siempre pienso en aquellos a los que no les gusta leer, y cuando disfruto con el ejercicio literario, deseo compartir con todos esa satisfacción.
La novela “La última tumba” del escritor canario Alexis Ravelo ganó la  edición  XVII  del Premio Novela Negra Ciudad de Getafe. Para mí,  se trata de una historia que mezcla los géneros de novela negra, novela picaresca y cuadro de costumbres.  El protagonista Adrián, libre después de veinte años de condena,  es el narrador protagonista de esta bien trazada obra literaria, porque  desde su salida de la cárcel el lector tiene muy claro que  ante una aparente reinserción subyace un obsesivo deseo de venganza.
Es una novela negra, porque tiene todos los elementos propios de novela policiaca, entre ellos la violencia, la investigación en  torno a un crimen ocurrido en los años ochenta. De lo novela picaresca, además de la condición de relato autobiográfico, aparece la marginalidad, el retrato de las más bajas pasiones, mezcladas con un total crudeza. Por último, es un cuadro de costumbres, porque el escenario es la idílica isla de Gran Canaria, mostrando  parajes tan distintos como la Playa de Maspalomas  y las barriadas más marginales de la populosa ciudad de Las Palmas.


LAS GASOLINERAS


Una de las evidencias de que no van bien las cosas por España no son solo las cifras de desempleo, altísimas como los niveles de colesterol y triglicéridos en un análisis médico. La prueba la encontramos cuando viajamos por las carreteras del país y vemos que las gasolineras han cerrado, han sucumbido, se han hundido sin una posibilidad de reparación, mostrando instalaciones desvencijadas y surtidores llenos de la porquería que produce el abandono. En algunas ocasiones, el viajero como sacado de una road movie americana se ha encontrado con el pavor de no poder repostar en más de sesenta kilómetros en toda la amplitud de la llanura de la Mancha. Lo que antes era el motor económico de un pueblo, el oasis que atraía cafeterías, restaurantes o servicio de lavado, ahora se ha convertido en un esqueleto exánime.

Se da la circunstancia de que en el comienzo de la noche hay gasolineras de centros comerciales, que tienen filas interminables de vehículos esperando la ansiada oferta, la preciada rebaja en el precio de combustible, mientras que en las autovías y carreteras convencionales no hay una sola estación de servicio abierta en horario nocturno. Hace años la circulación de coches y camiones era tan intensa que hasta en las horas más intempestivas era necesario un servicio tan fundamental, como podría ser una farmacia de guardia, pero la economía está parada y los negocios se resienten con la brutalidad más indescriptible. La única utilidad para alguna de estas gasolineras ha sido el rodaje de películas, cuyo guion bien podría parecerse a "Pedro Páramo" de Juan Rulfo.

jueves, 23 de octubre de 2014

El precio de la vivienda

Una de las noticias que en el mes de septiembre se dio como muy positiva era que el precio de la vivienda había subido, después de más de seis años de caída. Ese optimismo se mostraba en los medios de comunicación y tampoco faltaba esa alegría en la clase política, porque así aseveraban que la recuperación económica definitivamente ha llegado. Pero otros pensamos que ha calado ese histórico lema del ministro franquista José Luis Arrese que en 1957 decía: “Queremos un país de propietarios y no de proletarios”. Ya estamos acostumbrados a que en España haya dos bandos, personas

de derechas y de izquierdas, los que tienen trabajo y los que están en desempleo, pero sobre todo la separación es mucho más grande entre los que tienen vivienda en propiedad y aquellos que no la tienen, lo cual no quiere decir que sean personas sin techo. No sé quién se puede alegrar de que la vivienda suba, imagino que lo harán aquellos que, como los antiguos hacendados rurales, acumulan propiedades inmobiliarias con el único fin de la especulación. También los bancos, los constructores vivirán con regocijo esta situación, porque desean volver al mismo sistema que les ha hecho millonarios y enfangado a millones de familias. Más bien sería una buena noticia que la vivienda nunca más fuera noticia, es decir, que fuera asequible su precio, que la opción del alquiler sea la más idónea y recomendable, como ocurre en gran parte de los países de Europa. Pero es ya tan difícil cambiar nuestra educación de propietarios, la  falsa idea de poseer una vivienda, como si fuera “una cárcel de oro, como decía la copla”.

jueves, 11 de septiembre de 2014

LOS RICOS TIENEN TODO


A veces las canciones que escuchamos en la infancia se vuelven a escuchar después de muchos años y su mensaje es más claro y rotundo, porque la candidez de nuestros primeros años de vida no nos deja entender el mensaje, porque somos tremendamente ingenuos. Me estoy acordando de un himno de los que cantaban en cualquier parroquia católica en la década de los ochenta. Era una canción de gospell que con el título "Salva a tu pueblo" era una muestra de cercanía a los más pobres, a la que aspiraba el cristianismo, como una religión que parecía contagiada de la teología de la liberación. No es mi intención en este artículo hablar de la religión y sus circunstancias, pero recuerdo ese himno, en especial esta estrofa:


"Han racionado el aire, han secuestrado el sol
Los ricos tienen todo, menos nuestro dolor.
Lo dice el cielo, lo dice el mar,
Tanta injusticia ha de acabar
Cese el dolor, venga la paz,
¡Salva a tu pueblo!

Y la evidencia se repite a más no poder "Los ricos tienen todo", como una tesis tan actual, que nos hace desesperar al pensar que no podemos hacer nada por conseguir un mundo mejor. 

Esos ricos no son seres ajenos, inmersos en alguna sociedad de países de democracias inconsistentes. Esos ricos están en países como el nuestro, que son fruto de una corrupción política que se ha generado por unos intereses particulares, con la avaricia del que no quiere justicia social. En realidad, los ricos tienen todo, tienen propiedades inmobiliarias, grandes cuentas bancarias, por supuesto en paraísos fiscales, para no pagar impuestos, para que aquí haya menos dinero para sanidad y educación pública, por eso no es tan descabellado el verso del himno "Han racionado el aire, han secuestrado el sol". Por desgracia, a diferencia de lo que suplica esta canción religiosa, aquí no hay Dios que salve a este pueblo

lunes, 8 de septiembre de 2014

Dos películas veraniegas

Hay dos películas muy interesantes ambientadas en el verano, como un espacio lúdico, llenas de la vitalidad que se supone que otorga el calor, con el ocio de las vacaciones estivales como el lugar común para el desarrollo de la narración cinematográfica. Apuntándonos a la moda vintage, aquella que eleva a la condición de objeto de culto cualquier producto antiguo, pero no vetusto, destaco dos películas: "La escapada" de Dino Risi y "La ley del deseo" de Pedro Almódovar. La primera de ellas es un film que ya va superando la importantísima etapa del neorrealismo italiano, y es su director uno de los máximos exponentes de la comedia italiana, con títulos como "Perfume de mujer". En el caso del cineasta manchego, esta película nace al final de la época de La Movida, ese movimiento estético y cultural que surge en la transición política, reflejando los soplos de libertad después de muchos años de franquismo. "Il sorpasso", así es su título en italiano, se estrenó en 1962, y "La ley del deseo" en 1987, por lo tanto, ya ha pasado el tiempo suficiente para ser dos clásicos de la cinematografía.

En la festividad del ferragosto italiano dos hombres totalmente diferentes salen de una desértica Roma hacia la playa, el destino ideal para soportar las altas temperaturas del verano. En cierta medida, la película está planteada como una road movie, en la que al mismo tiempo que resuenan con frecuencia las canciones de Pepino di Capri y de Modugno observamos una evolución de los personajes, marcados por una efímera amistad, en la que destaca el histrionismo de Bruno, papel genialmente interpretado por Vitorio Gassman. En el caso de "La ley del deseo", este melodrama nos regala una escena irrepetible, en la que a Carmen Maura un barrendero riega con una manguera en un paseo por las calles de la tórrida noche madrileña. Pero no es menos conmovedora la escena del faro, a la luz de la luna, ambientada precisamente con una canción italiana "Guarda che luna" interpretada por Fred Buscaglione. 

Hay muchas similitudes en las dos películas, que además de recoger la esencia del verano tienen como punto en común los deseos por disfrutar de la vida, sea en la consumación del amor, gozar de los placeres de la comida, el baile, o en proyectos más intelectuales, como los del apocado estudiante de derecho, que acompaña a Bruno por el recorrido de las carreteras italianas, y que aspira a ser un buen abogado. Precisamente otro acierto y rasgo de semejanza es que el timón de las interpretaciones lo llevan personajes maduros, curtidos, que representan actores como Eusebio Poncela en "La ley del deseo" y Gassman en "La escapada".

miércoles, 9 de julio de 2014

El segundo caso del inspector Martín Aldana


Ya lleva meses en las librerías “La última sombra del Greco”, una novela que han escrito conjuntamente Joaquín García Garijo y Santiago Sastre, publicada por la editorial Ledoria. A veces,  las novelas son como los guiones cinematográficos y necesitan varias manos para la  confección de una historia llena de intriga, para que el resultado final tenga la rotundidad de una obra bien hecha. Por eso, al igual que no nos extraña que para las series televisivas exista un equipo de guionistas, yo creo que es todo un acierto que esta novela tenga dos autores, que siguen el esquema claro y reconocible de una novela de género, una novela negra, pero sin el tono demasiado violento de sus textos más clásicos.

Martín Aldana es un policía que viene de Marbella, un destino conflictivo, donde se mueven por igual la corrupción y la violencia. Cree que Toledo es una ciudad fosilizada y apacible. Tiene que resolver su primer caso nada más llegar, la aparición de un cadáver en las inmediaciones de la ermita de la Virgen del Valle. Este es el comienzo de su primer caso, y de la primera novela de estos autores “Mazapán amargo”, publicada por la misma editorial. Por lo tanto, estamos ante el nacimiento de un personaje literario, el policía que se enfrenta a la difícil tarea de descubrir a un criminal. En “La última sombra del Greco” hay varias muertes relacionadas con una estatua atribuida a El Greco, pero lo más acertado de esta amena novela es el humor, sobre todo en lo referente al sexo, pero también es una narración de referencias toledanas, que hacen muy agradable su lectura, por la cercanía de localizaciones de la historia.