domingo, 23 de noviembre de 2014

LAS GASOLINERAS


Una de las evidencias de que no van bien las cosas por España no son solo las cifras de desempleo, altísimas como los niveles de colesterol y triglicéridos en un análisis médico. La prueba la encontramos cuando viajamos por las carreteras del país y vemos que las gasolineras han cerrado, han sucumbido, se han hundido sin una posibilidad de reparación, mostrando instalaciones desvencijadas y surtidores llenos de la porquería que produce el abandono. En algunas ocasiones, el viajero como sacado de una road movie americana se ha encontrado con el pavor de no poder repostar en más de sesenta kilómetros en toda la amplitud de la llanura de la Mancha. Lo que antes era el motor económico de un pueblo, el oasis que atraía cafeterías, restaurantes o servicio de lavado, ahora se ha convertido en un esqueleto exánime.

Se da la circunstancia de que en el comienzo de la noche hay gasolineras de centros comerciales, que tienen filas interminables de vehículos esperando la ansiada oferta, la preciada rebaja en el precio de combustible, mientras que en las autovías y carreteras convencionales no hay una sola estación de servicio abierta en horario nocturno. Hace años la circulación de coches y camiones era tan intensa que hasta en las horas más intempestivas era necesario un servicio tan fundamental, como podría ser una farmacia de guardia, pero la economía está parada y los negocios se resienten con la brutalidad más indescriptible. La única utilidad para alguna de estas gasolineras ha sido el rodaje de películas, cuyo guion bien podría parecerse a "Pedro Páramo" de Juan Rulfo.

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