Definitivamente estamos ya en
campaña electoral, se nota en el ambiente político, en las formas de actuar de nuestros
gobernantes y de los políticos de la oposición. En cierta medida, las elecciones
son algo parecido a las competiciones deportivas. Nosotros que estamos tan
acostumbrados a las temporadas futbolísticas no nos resulta difícil entender la
jerga propia de la confrontación, sean equipos de jugadores o partidos políticos.
Pero en la democracia, según nos quieren convencer, todos participamos con
nuestro voto para la constitución de un país, una región o un ayuntamiento.
Así pues, a los ciudadanos no
nos queda otro remedio que votar, si es que queremos sentirnos como los
futbolistas de nuestro equipo preferido, y nuestro voto sería una manera de arrimar
el hombro o tirar un penalti, para ganar la liga o ganar la copa de Europa.
En mayo empieza la competición, sin
duda, con un trofeo menor, de los que no nos tomamos en serio, pero que es un
calentamiento para las elecciones
autonómicas y generales. Casi siempre, los votantes nos comportamos como esos
forofos de los equipos de fútbol y metemos en la urna nuestro voto forofo.
Seguramente
que nos hemos quejado de la mala
actuación política, de los brutales recortes en sanidad y educación, de los
casos de corrupción, sin embargo, al igual que nos enfadamos por el mal juego
de nuestro equipo, no dudamos después en aplaudir en gritar cuando vencemos al
máximo rival.
Nuestro voto es un voto forofo, como
el de los hinchas deportivos, ni siquiera votamos por ideología.
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