La noticia sobre la reducción de
los diputados en el congreso regional de Castilla-La Mancha es una noticia
importante en una semana tan convulsa, como las precedentes siempre que se
habla de política y de políticos, como un oficio denostado, cercado por la
corrupción, tachado de la inutilidad más absoluta. Además la propuesta de esta
eliminación de plazas en el antiguo convento de San Gil, justificada por la
austeridad de esta época, llegó al Congreso de los Diputados. Alguno podría
pensar para qué sirven los políticos, si realmente son importantes, y por
casualidad, ha llegado a mis manos estos días el ensayo "El valor de
elegir" de Fernando Savater. Dedica todo un capítulo a este servicio
público "La política no siempre es buena, pero su minimización o desprestigio
resulta invariablemente un síntoma mucho peor". En este texto el filósofo
vasco desconfía de todos aquellos que afirman "no meterse en
política" y dice "en la época franquista uno podría ser gobernador
civil, incluso ministro sin dedicarse a la política, ni contagiarse de
ella".
En realidad, aunque sea con una
relación de amor y odio, los ciudadanos necesitan buenos políticos, o al menos,
personas que puedan representar, trabajar por los intereses de un pueblo,
aunque solo se acuerden de ese pueblo una vez cada cuatro años. Por supuesto,
que nadie está de acuerdo en que la política sea una oferta de trabajo
endogámica, solo para los simpatizantes de una u otra ideología, pero, con la
ausencia de estos portavoces, posiblemente en las zonas rurales, como ya se ha
denunciado, no habrá una autoridad que pida un colegio, un hospital o el
arreglo de una carretera.
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