Cada
vez me irritan más las personas que reconocen que no les gusta leer y lo
atribuyen al hecho de que la lectura es un ejercicio aburrido, plomizo,
considerando que toda aquella aversión nació a causa de las
lecturas obligatorias de obras como La Celestina o la poesía de Góngora,
durante su etapa escolar. Como siempre ocurre, nunca se premia la ingente
labor que hacen los profesores en los colegios e institutos, en cambio se
admiran las frivolidades, disfrazadas de vulgaridad, de aquellos
personajes famosos que nos rodean por todos los ámbitos de la
comunicación. Por eso, me gusta recomendar novelas que hacen de la
intriga y del suspense sus señas de identidad. A veces, cuando una obra
literaria me encanta, siempre pienso en aquellos a los que no les gusta leer, y
cuando disfruto con el ejercicio literario, deseo compartir con todos esa
satisfacción.
La
novela “La última tumba” del escritor canario Alexis Ravelo ganó la
edición XVII del Premio Novela Negra Ciudad de Getafe. Para
mí, se trata de una historia que mezcla los géneros de novela negra,
novela picaresca y cuadro de costumbres. El protagonista Adrián, libre
después de veinte años de condena, es el narrador protagonista de esta
bien trazada obra literaria, porque desde su salida de la cárcel el
lector tiene muy claro que ante una aparente reinserción subyace un
obsesivo deseo de venganza.
Es
una novela negra, porque tiene todos los elementos propios de novela policiaca,
entre ellos la violencia, la investigación en torno a un crimen ocurrido
en los años ochenta. De lo novela picaresca, además de la condición de relato
autobiográfico, aparece la marginalidad, el retrato de las más bajas pasiones,
mezcladas con un total crudeza. Por último, es un cuadro de costumbres, porque
el escenario es la idílica isla de Gran Canaria, mostrando parajes tan
distintos como la Playa de Maspalomas y las barriadas más marginales de
la populosa ciudad de Las Palmas.